Sueños que no debería contar a Sigfrid

No sé muy bien como empezar esto, así que empezare diciendo eso mismo. No se muy bien como empezar esto. Una mujer entró en la parroquia y se acercó al altar con una copa de vino en las manos. Vació el vino en el suelo y empezó a comerse la copa, a mordiscos. El ruido de los cristales machacandose entre sus encías, me provocó incluso más impresión que ver la sangre brotar de sus comisuras. Luego vino un hombre, desnudo, sin ninguna copa de vino. El hombre colocó la mano en medio del altar y empezó a golpeársela con un martillo. Ignoro de donde sacó el martillo. La mujer y el hombre se miraron unos instantes, al minuto ya se estaban besando. Ella había escupido los cristales previamente. Ambos me pidieron que les casara. Les explique que no era sacerdote, que solo era el camello del cura residente. El hombre me cogió por la solapa y levantó el martillo con gesto amenazador. Como alzaba el martillo con la mano destrozada no se le paraba de caer. Se le cayó siete veces en medio minuto. Pese a eso, logró intimidarme. Les cas´w como pude, repitiendo partes que había oído en películas e inventando otras. La pareja se fue dando brincos de alegría. El sacerdote volvió del confesionario, me puso una mano en el hombro y, rascándose la nariz, me dijo - Eso es amor a primera vista, bonito ¿verdad? -

2 comentarios:

  1. Jajajaja, no sé si es apropiado dejar ver mi risa con un relato de estas características pero me parece muy cómico todo y con muchas verdades entre líneas. Muy bueno!
    Un saludo

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  2. Que va tío, precisamente lo que debes hacer es contanselo, no a un psicologo, que no recetan, si no a un psiquiatra. Tendras un ilimitado flujo de drogas de curso legal para el resto de tu vida.

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