Zafarse de un agresor paralítico. Ser acosado por una atractiva mujer de noventa y cinco años. Robarle un caramelo a un niño ciego. Grandes victorias sobre la vida que se desprestigian por culpa de pequeños detalles.
Ser un gran fetichista de pies y mantener una relación sentimental con una sirena. Encontrar un agujero en un preservativo después de utilizarlo tras un largo período de abstinencia. Vencer en un concurso estatal de comer pasteles siendo diabético. Hazañas sin parangón decapitadas por la guillotina de las circunstancias.
Proclamarte vencedor de una competición en la que solo participas tú. Jugarte la vida para rescatar una princesa encerrada en un castillo custodiado por un dragón, sin saber que la princesa es lesbiana. Escribir un libro de Zombies. Adoptar tres niños ruandeses y vender como esclavos a tus propios hijos para costear el papeleo y los tramites de adopción. Galardones y trofeos de oro macizo empañados por una fina capa de polvo y mierda.
Porque, a pesar de lo que se diga, lo más importante no es participar o ganar, ni tan siquiera perder. Lo importante de verdad es poder presumir a viva voz, de victorias o derrotas bochornosas, qué más dará.
El mundo al revés... que raro se me hace
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