La colina que bajamos haciendo la croqueta
Yo acababa de tener una violenta discusión con el monstruo del pantano, salí de casa dando un portazo, diciendo que iba a por tabaco. Estuve andando sin rumbo, buscando un estanco, durante horas. Cuando recordé que jamás he fumado ya estaba completamente perdido en medio de un bosque desconocido. Deambulé por el bosque durante horas, gritando auxilio hasta quedarme completamente afónico y persiguiendo ardillas durante todo el tiempo restante. Estaba ya oscureciendo cuando llegué a una colina, la colina, donde te vi por primera vez. Estabas de píe junto a unos arbustos. Mirabas a un lado y a otro con expresión nerviosa mientras te limpiabas las comisuras de los labios. Debí pisar una rama seca o algo porque oíste el ruido y te pusiste en alerta. Fijaste tus preciosos ojos hacia la arboleda detrás de la cual estaba yo. Era una arboleda frondosa, pero me viste, estoy seguro. Te agachaste y forzaste la vista intentando verme bien, parecía que estuvieras buscando un gatito abandonado. Me pareciste adorable. Quise avanzar y decirte algo, que nos casáramos o que tuvieramos hijos y nos ahorráramos todo el papeleo , no sé, no lo recuerdo bien, pero estaba afónico y las palabras morían antes de nacer. De repente, tu lo entendiste todo, sin mediar palabra entendiste que estaba enamorado de ti, afónico y asustado. Empezaste a lanzar piedrecillas entre la maleza mientras seguías forzando la vista. Yo por mi parte entendí lo que intentabas decir, que me querías pero te daba vergüenza reconocerlo. Como tu amor era todavía incipiente las piedrecillas eran sumamente pequeñas y las lanzabas como si lanzaras migas de pan a las palomas. Me pareciste adorable, otra vez. Como yo no tenía miedo de confesar la magnitud de mis sentimientos, agarre la piedra más grande que encontré, del tamaño de un puño, y la lancé enérgicamente hacia ti. Tal era mi anhelo por ti, que mi amor materializado en roca impactó contra tu cabeza. Emocionada e impactada, valga la redundancia, por la sinceridad de mis sentimientos, te desmayaste y bajaste colina abajo, rodando, mientras hacías la croqueta. Salí de entre la arboleda en tu búsqueda. Pero apareció un chico de entre los arbustos, atándose el cinturón. Debía ser otro joven embriagado por tu belleza, como yo, y me vió como un rival, porque al verme recoger la roca con la que te había enamorado, y ver tu cuerpo inmóvil una veintena de metros colina abajo, se lanzó hacia mi y me pego una brutal paliza. Terminé rodando, tal como tu habías echo unos momentos antes, haciendo la croqueta colina abajo, participando yo también en tan curiosa danza de cortejo. Mientras rodaba medio centenar de metros vi como él, mi agresor, te ayudaba a levantarse y los dos os ibais corriendo. Perdí el conocimiento entre lágrimas, por que lo habías elegido a él antes que a mi. Desperté en plena noche. Me levanté como pude y me fui a casa, cojeando, siguiendo las indicaciones de los carteles que antes habían escondido las putas ardillas. Llegué y la bruja del castillo abandonado me curó las heridas entre lágrimas. Me preguntó qué me había pasado. Le dije que me habían roto el corazón, y un par de costillas, pero que lo del corazón me dolía más. La muy loca creyó que lo decía por nuestra discusión anterior. Me pidió perdón y yo hice lo mismo, aunque la verdad es que no recordaba el motivo de la discusión, ni quien la había iniciado.Hicimos el amor y nos dormimos abrazados. Antes del amanecer me levanté y me fui, le dije que iba por tabaco.
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Vaya.
ResponderEliminarVaya donde vaya póngase bragas.
ResponderEliminarPor mucho castillo que fuera yo que Ud. hace tiempo ya me hubiera mudado debajo de un puente.
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