Oficios del subsuelo: El director de cine

Para ser director de cine hay que ser europeo, de culto, y adicto a la cocaína. Es preciso grabarlo todo en blanco y negro y en planos secuencia interminables. Hay que buscar el metraje perfecto, sin fisura alguna, en tailandés, y sin subtítulos. Todo director que se precie, tiene una silla plegable con su nombre impreso. Y no debe conformarse con meras sillas de camping, debe exigir camisetas, chapas y gorras, bufandas, calcetines, y hasta condones, con la misma personalización. No hay que dudar en sacar diez revisiones de un mismo film, de ser preciso. Tras la versión para cines, hay que vender, como mínimo; el montaje del director, la versión extendida, y la versión censurada por algún régimen dictatorial en algún país del que nadie haya oído hablar jamás. El buen director de cine, debe ser aclamado por la misma minoría intelectual que años más tarde, le lapidará si tiene la mala fortuna de llegar a alcanzar el más mínimo éxito comercial. Ser Director de cine es como ser Dios, pero con cuentas en facebook y twitter por las que insultar a los paganos. Si yo pudiera ser Director de cine, aunque solo fuera por un minuto, mezclaría géneros, pasaría del drama al porno, con tanta soltura y maestría, que los espectadores no sabrían para qué utilizar los pañuelos.

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