Carta de ajuste


Estoy enfermo. Ya hace casi una semana que sufro la violencia de género de toda una señora gripe. No sé cómo ni dónde he podido enfermar, pero no me sorprende. Lo cierto es que mis defensas se asemejan a mis erecciones: a veces se desploman de manera aleatoria, así porque sí, y ni la mejor enfermera consigue reflotarlas. Como decía, estoy enfermo, y eso me mantiene postrado en la cama, lo cual me parece estupendo. Duermo, miro la televisión, como, miro la televisión, y vuelvo a dormir ( mientras sueño que miro la televisión). Estoy viviendo una segunda adolescencia, pero sin ese ardor perpetuo en la bragueta. Es algo mágico. Como si me estuviera reencontrando con un antiguo amor del que las nuevas tecnologías me hubieran separado. Por lo menos, así de idílico fue a principios de semana. Ahora vivo mi primera tetraplejia. Me paso las veinticuatro horas del día tumbado, mirando la tele, esté esta encendida o no, durmiendo a base de micro cabezadas mientras cambio de canal, haciéndome mis necesidades encima con tal de no perderme ni un segundo de emisión. Es tal y como si me hubiera enamorado.
Esta mañana ha venido mi novia a pedirme explicaciones. Que por qué hace cuatro meses que no sabe de mí, me ha preguntado. Debería haberle explicado que las gripes mal curadas són peligrosas, que hombre precavido vale por dos, que llevo un pañal de adulto para no tener que ir al baño, que me he pasado los últimos meses enganchado a doce telenovelas venezolanas. Pero el partido amistoso de curling de segunda regional que estaban retransmitiendo era demasiado interesante, así que me he quedado callado con la vista fija en las escobas. Ella se ha puesto a gritar y a echarme en cara que nunca recuerdo el día de su cumpleaños. Lo cierto es que se ha exaltado mucho, tanto, que me he visto obligado a encañonarla con el mando a distancia, y a pulsar repetidamente el mute. Pero no ha funcionado: el mando se había quedado sin pilas. A partir de ahí, mi novia se ha puesto violenta. Pegaba patadas al mobiliario y empotraba contra el suelo todo lo que no estuviera atornillado. Y solo se ha calmado cuando he recordado que necesito financiación para un nuevo televisor de plasma, y me he abalanzado encima suyo para quitarle la sortija y los empastes de oro. Mi por entonces ya ex novia, me ha tachado de loco y se ha marchado amenazándome con años de prisión e infierno. A mi me ha dado igual. Porque yo no necesito amor alguno si tengo la calidez de un monitor. Mientras pueda ver programas de astrología presentados por videntes con perdidas de orina y pelucas azules a las tres de la mañana, yo seré feliz.

2 comentarios:

  1. totalmente de acuerdo: la felicidad de uno mismo es lo más importante, y tu ya ex, sin sortija ni empastes de oro, una teatrera.

    muy bueno el relato.

    ResponderEliminar