La pole position

La carrera empezó hace tiempo. Todos los competidores le sacan ya mucha ventaja, y no le sorprende. Al fin y al cabo vendió las ruedas para comprar gasolina. Desconoce la ruta, y compite en una prueba de velocidad con un tractor comunista. Pero nada de eso le importa. Su objetivo nunca fue llegar primero, sino ser el único en llegar. No tiene que esforzarse en arañar décimas a los adversarios, le basta con sobornar a los mecánicos para que les pinchen las ruedas en cuanto paren a repostar. No dudará en usar las más sucias artimañas y artefactos ACME, con tal de sacar a los rivales de pista. La tortuga siempre vencerá a la liebre, a la larga. Sí. Pero la tortuga impaciente prefiere echar mano de zanahorias envenenadas. Renunciará a la dignidad de la supremacía en favor de la seguridad del monopolio. No se conformará con el oro, intentará acaparar también plata y bronce, e incluso los premios de consolación, aunque estos sean de miserable mirra. La victoria que anhela la encontrará en la tabla clasificación, cuando sus iniciales sean las únicas que aparezcan en ella, cuando detrás suyo solo quede la estela de su(s) polvo(s).

1 comentario:

  1. El fin nunca justifica los medios y experimentará la soledad del éxito.
    Ese será su premio, le pondremos un corazón de bronce, un sentimiento de palata y una capacidad de amar en premio de consolación y los que le rodean le cederán el oro con placer al ver en lo que ha convertido ser el ganador, por desestimar la carrera hacia la nada.

    Quizás muchos políticos deberían leer esta entrada

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