Los héroes del mañana


Llegará un día en el que todo será tan seguro que moriremos de aburrimiento, literalmente. Llegará un día en el que las alarmas de incendios ya solo anunciarán simulacros. Y las sirenas de la policía solo significarán: apártense, que llego tarde. Un día en el que los sistemas de megafonía solo servirán para encontrar ofertas en la sección de lácteos. En el que los extintores se convertirán en mero atrezzo. Y en el que todos los animales salvajes y delincuentes permanecerán encerrados en jaulas.
Ese será el día en el que nosotros mismos provocaremos el Apocalipsis Zombie.
Para que la gente pueda entretenerse.
Para que pueda sobrevivir.
Llegados a ese punto, toda la sociedad dependerá de unos pocos cientos de auténticos héroes. Los mismos tipos que lo dejan todo y se van al tercer mundo a ayudar a construir chabolas con sus propias manos. Las mismas tipas que venden sus órganos para crear protectoras de animales. Toda esa gente con tanta empatía que provoca arcadas, es la misma panda de bonachones que, llegado el día del aburrimiento extremo, saldrá a la calle cojeando, gimiendo y reclamando cerebros en voz alta. Y lo harán para liberar a sus vecinos de la monotonía. Se dejarán partir los labios con bates de béisbol para salvar al mundo de la ausencia de peligros.
Y nosotros estaremos ahí, orgullosos y emocionados, dispuestos a demostrar con saña que su esfuerzo no es vacuo. Cada costilla rota será una carta de agradecimiento. Los disparos en las rodillas y las brechas en la cabeza, ramos de flores y cestas de fruta, respectivamente. Los héroes del mañana se esculpirán a base de pedradas.

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