32-94-47


Me sorprendo a mí mismo en plena noche recitando en voz alta números aleatorios de dos cifras. No. No es la serie premiada de la lotería. Ni la combinación de una caja fuerte que contiene el esperma congelado de un icono pop de los ochenta. No se trata de la frecuencia de radio de una emisora secreta del ejercito ruso. Nada de coordenadas estelares de una base marciana. Tampoco es todo lo que recuerdo de ese número de teléfono.
Esos dígitos son la clave para armar una bomba.
Sin detonador.
Lo cierto es que tanteo con números como podría coser recetas de cocina. Como podría dar masajes a bloques de mármol. Vomito cifras inventadas por el simple placer de irritarme la garganta. Balbuceo los resultados imaginarios de ecuaciones complejas para implicarme en algo que carezca de sentido. Para ajustarme la corona del reino de la nada.

1 comentario:

  1. Yo tengo... o más bien tenía... de escribir el abedecedario una y otra vez hasta llenar una hoja entera. Hasta en draconiano me atrevía a escribirlo.

    ResponderEliminar