Contratar a un sicario ruso para
que se pase el día apuntándote en la nuca con una Kalashnikov puede
parecer extraño, pero nueve de cada diez holgazanes lo recomiendan para
combatir la procrastinación
y el estreñimiento. Es por eso que tanto vago
con pretensiones decide alquilar las habilidades de un
amable militar jubilado de Europa del Este. Estos ex combatientes de
trinchera son gente generosa por naturaleza, y con grandes
conocimientos sobre realización personal y mutilación de genitales
con acero candente.
El contrato es sencillo. A cambio
de una pequeña cantidad, el entrañable miliciano se convierte en tu
sombra durante las veinticuatro horas del día. Se convierte en tu
sombra y te fustiga a su antojo si no te esfuerzas por alcanzar tus
objetivos y sueños de infancia. Se trata de una mano amiga que te
golpea las costillas con un mazo si sugieres rendirte o pides hacer
una pausa para ir al baño. No importa cuan grande sea la meta, con
la ayuda de tu robusto guía la alcanzarás aunque no tengas talento
o formación.
Piensa en el pica-hielos
acercándose a tus nalgas.
Imagina el abre-cartas dentro de
tus mejillas.
Piensa e imagina que coronarás
todas las cimas por las buenas o por las malas.
Por medio de estos héroes rudos y casi
alcohólicos algunos logran hacer despegar de
sus tripas el cohete que jamás construyeron. Solo gracias al terror
de un inminente balazo en la rodilla uno puede conseguir afeitarse
sin cortarse.
Los guerrilleros soviéticos
regresan a su patria con la satisfacción del trabajo bien hecho y
dejando tras de sí una estela de incontables premios
multidisciplinarios, récords pulverizados, y alguna que otra pensión
por discapacidad.
En inglés lo llaman extreme coaching, no?
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