Que sí. Que lo sé. Que lo tengo muy claro. Podéis dejar
de repetirlo.
Las cosas enormes, las cosas magníficas, ocurren más
allá del felpudo, más allá de la zona de confort. Si me quedo recluido entre
almohadas jamás descubriré los tesoros que esas rocas que parecen tan afiladas
desde la lejanía pueden ofrecerme. Pero qué culpa tengo yo de haber naufragado
en esta isla desierta de apenas cuarenta metros cuadrados en la que solo hay un
arbusto y tres palmeras. Qué más quisiera yo que cruzar a nado este océano
desconocido para alcanzar la auténtica realización personal (y la civilización).
Pero hay algo enorme que me lo impide, y no estoy hablando del temor a lo
desconocido, me refiero a las dentaduras de los tiburones que infestan las
aguas que me rodean.
Insisto. Que quede muy claro que si no abandono el nido no
es por pereza e inseguridad sino por puro sentido común.
Una cosa semblant havia llegit a la novel·la de Pablo Tuset Lo mejor que le puede pasar a un cruasán.
ResponderEliminarEres tonto.
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