Han sido unos meses de
terror absoluto pero hoy, por fin, las autoridades han anunciado la detención
del monstruo que acechaba nuestras calles. Con esta noticia se pone fin a uno
de los periodos más siniestros y oscuros de nuestra localidad. El abrazador de
Misuri, tal y como se conoce popularmente a ese ser infecto, deambulaba por
nuestros barrios a altas horas de la madrugada con el vil propósito de forzar a
ciudadanos indefensos a que le abrazaran por no menos de medio minuto. Testigos
directos han declarado que el criminal blandía una barra de pan duro con la que
amenazaba y hostigaba a sus víctimas
hasta que estas accedían a darle un abrazo fraternal.
Lo que en un inicio se tomó
como una anécdota graciosa en los telediarios, como un apunte a pie de página en la
prensa nacional, se convirtió rápidamente en un mal estar social que desembocó
en acalorados e interminables debates en los que intervinieron expertos de
todos los campos habidos y por haber. Las autoridades, los medios, y la
ciudadanía en general dictaminaron que uno empieza recibiendo abrazos que no son del todo
sinceros y termina haciendo explotar orfanatos. Por lo que, por motivos
estrictamente de seguridad colectiva, se decidió dar caza y castigo ejemplar
a ese enajenado falto de cariño. Algunos pocos aseguraron que bastaría con
dejarle acariciar a un cachorro al pobre infeliz, o invitarlo a cenar de vez en cuando, pero la
mayoría hizo oídos sordos a estas baratas sugerencias y se inclinó por la
castración. Lo más curioso es que este
hecho, el cual la perspectiva ya nos permite definir como un caso de atropello
flagrante del espacio vital, ha hecho replantear el mismo concepto de saludo,
convirtiéndose así la acción cordial de abrazar en una suerte de agresión
sexual. Y es que ahora los rehenes liberados tras un largo cautiverio en el sótano de un país lejano se dan una
palmadita en la espalda con sus allegados. Los amigos se despiden entre sí con
saludos de tipo militar. Y los pirados que van por ahí con cartelitos dónde
pone “abrazos gratis” son detenidos por apología del terrorismo. El mundo se ha vuelto un
poco más frío e impersonal, sí, pero las comidas familiares se han agilizado
una barbaridad, y eso se agradece.
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