Si constantemente perpetro
vilezas menores no es tanto por maldad como por justicia poética. En mi caso,
la pillería se asemeja más a un deber moral que a una pataleta. Y es que cuando intento
reconquistar sin éxito a mi expareja, me veo obligado a arrojar los envases de
plástico al contenedor de materia orgánica. Y así. Si llueve y no llevo
paraguas, no utilizo posavasos por lo que reste de día y cruzo todos los
semáforos que encuentro en ámbar. Y así. Porque una ofensa solo se compensa cuando
ha sido vengada, por patética que sea la venganza aplicada. Si alguien no me da los buenos días al
cruzarse conmigo, esa misma noche me bañaré en lugar de ducharme y dejaré el
televisor encendido durante toda la noche. Y así hasta que el infame equilibrio
de la vida quede restaurado.
incluso para vengarse hay que tener cierto don.
ResponderEliminarNo se si el equilibrio de la vida quedará restaurado, pero el tuyo creo que almenos un poco tocado...
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