La gran ventaja del movimiento es que nadie concibe que no tenga una finalidad.
Vamos, es que hasta los pollos descabezados tienen un propósito noble e
intachable: encontrar su cabeza. Así que está claro, hay que saber aprovechar
las debilidades del oponente y lo que éste da por supuesto. Por eso
moverse es la mejor manera de no moverse. Por eso siempre que alguien me
llama la atención le digo que estoy de camino a dónde sea, a punto
de empezar lo que sea. Le digo que he acabado de hacer vete a saber qué y que estoy iniciando otra tarea cualquiera. No es que esté estancado o haciendo
el vago, no, es que me cogen justo en el entreacto, justo en la pausa para el baño.
Después de tanto tiempo escurriendo el bulto del brío puedo asegurar que lo ideal
para aparentar vitalidad es hacer creer al gentío que estás afincado en un escenario
antiséptico, en una etapa de transición que se terminará a la de ya. El truco está en mostrarte como si fueras un lienzo en blanco que acabas de borrar tan solo para poder volver a estrenar. La clave está en seguir
moviéndote y dejar que los demás asuman que es para ir a algún lugar.
Un chaval de mi instituto describió un lienzo como "danza inmóbil, movimiento estático"
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